Mi novia Claudia y yo estábamos viendo la tele desde la cama de nuestro dormitorio. Estábamos luchando contra el sueño mientras hacíamos zapping y cambiábamos de canal sistemáticamente sin pararnos en ninguno en concreto. Sin embargo, de repente algo llamó nuestra atención entre los canales locales que recibíamos. Al ser ya una hora bastante entrada en la madrugada, estaban emitiendo una peli porno que logró captar nuestra atención de forma inmediata. A través de la pantalla de nuestro televisor podíamos ver a chico y una chica que estaban gozando de una sesión de sexo anal sin precedentes. Miré de reojo a mi novia y me di cuenta de que ella también me estaba mirando a mí. No hicieron falta las palabras para darnos a entender que los dos queríamos disfrutar un poco más de aquello, así que dejé el mando en la mesita de noche y dejé que las imágenes hablaran por si solas.
En la película pudimos ver como la chica gritaba de placer mientras estaba siendo follada salvajemente por detrás. Poco a poco yo me fui empalmando, y por lo que veía, mi novia también se estaba excitando bastante. Decidí acercar mi mano hasta su entrepierna y empezar a tocarle y acariciar su coño a través de sus braguitas. Ella abrió aún más sus piernas y me dejó que hiciera lo que quisiera a mi antojo. Entonces me abrí paso a través de su ropa interior y le metí los dedos en su coñito. Rápidamente noté todo el calor y humedad de la vagina de mi novia, que envolvía mis dedos y se dejaba penetrar en todo momento. Yo movía rápidamente mis dedos para estimular aquellas zonas que sabía que a ella le gustaban más. Froté su clítoris con unas ganas locas y vi como ella empezaba a gemir al igual que hacía la chica de la película.
De repente, y sin previo aviso, Claudia se montó a horcajadas sobre mí y me pidió que le follara con locura y desenfreno. Yo no me lo pensé dos veces y con un rápido movimiento de manos le quité la ropa y la dejé completamente en bolas. Ella se encajó perfectamente sobre mí hasta que mi polla le entró hasta el fondo de su chochito. Entonces empezamos a mover nuestras caderas de forma acompasada, facilitando así la penetración y notando como nuestros sexos se unían hasta fusionarse en uno solo.
Yo acariciaba el sensual cuerpo de mi novia mientras me la follaba sin parar. Sin duda, la peli porno había sido la excusa perfecta para que los dos acabáramos revolcándonos como animales salvajes. Había merecido la pena sólo para dejar al lado la monotonía y protagonizar nosotros mismos una escena de sexo sin igual. Aceleramos el ritmo hasta que conseguí que Claudia alcanzara un orgasmo intensísimo, a juzgar por los gemidos que pegaba. Parecía una perra en celo, y yo el semental que le proporcionaba placer sin límites. De repente yo también me corrí dentro de su coñito, y los dos nos quedamos en aquella postura durante un momento para alargar el orgasmo al máximo. Estábamos sudados, agotados y respirábamos entrecortadamente, pero desde luego que aquel polvo improvisado y espontáneo había merecido la pena.