Luis acababa de sufrir un accidente de moto al volver desde el trabajo hasta su domicilio. No se había hecho nada demasiado grave, pero sí que quería que le acercaran hasta el hospital para que le revisaran de arriba abajo y comprobaran su se había roto algú55n hueso. Esperando en la sala de espera de urgencias, ya se había fijado en la sexy enfermera que cada vez que cruzaba el pasillo, se le quedaba mirando con una sonrisa tímida en el rostro. Luis no sabía a qué venían tantas miraditas, pero desde luego, la chica estaba buenísima. Tenía un culito prieto que se le resaltaba con la falda blanca que llevaba. Bajo su bata, se podían vislumbrar un buen par de tetas grandes y turgentes. Sin duda, era como un ángel caído del cielo en aquel momento tan complicado para Luis.
Una vez le llamaron para atenderle, él se sorprendió al ver a su enfermera favorita esperándole en la consulta. Aún no estaba disponible el médico de turno, pero iba a ser ella misma la que le revisara en un principio.
– Buenas noches, Luis. Me llamo Lola, y voy a revisar tu cuerpo para comprobar si es cierto que todo está correcto. Desnúdate y túmbate sobre la camilla. – dijo la enfermera con un tono serio pero decidido. Luis empezó a desnudarse hasta quedarse completamente desnudo. Sólo tenía un ligero arañazo en su brazo derecho, pero por lo demás, no notaba ningún tipo de dolor ni malestar. Una vez tumbado boca arriba, la enfermera Lola le empezó a revisar de arriba abajo. Fue explorando cada centímetro de su cuerpo en busca de algún síntoma de dolor. Cuando parecía que la revisión había llegado a su fin, ella dijo:
– Bueno, ahora te voy a revisar la parte más importante de todas. Estate bien quietecito mientras yo hago mi trabajo.
Y acto seguido, Lola se quitó la bata y dejó al aire libre sus tetas. Las cogió entre sus manos y empezó a frotarlas contra el pene de Luis. Desde luego, él no daba crédito de lo sucedido. No entendía nada, pero decidió dejarse llevar por la sensualidad de la dulce muchacha.
Lola siguió dándole al asunto con ganas hasta conseguir que a Luis se le pusiera dura como una piedra. Cuanto más le crecía la polla, más rápido se movía ella a la hora de pajearle entre sus tetas. A Luis nunca antes le habían hecho una cubana, pero aquella experiencia le estaba gustando aún más de lo que se podía llegar a imaginar. La cabeza la daba vueltas, pero no sabía si era por la conmoción del accidente o por lo excitante de la situación en sí.
De repente, Lola se soltó las tetas, abrió su boca y se tragó la polla de Luis hasta el fondo. Parecía que era toda una profesional a la hora de mamar pollas, pues la chupaba que daba gusto. Con cada succión, Luís se teletransportaba a otro mundo totalmente diferente. Era como si estuviera flotando en una nube, pero teniendo en cuenta que una tía buenísima le estaba comiendo la polla, el placer se multiplicaba por mil.
Tras unos minutos de sexo oral, Luis acabó corriéndose en toda la boca de la enfermera. Una buena cantidad de semen le explotó en la cara, cubriéndola por completo con su leche caliente. Ella, sin decir nada, se lamió los labios, y con la ayuda de sus dedos, fue tragándose el resto de lefa que le impregnaba la cara. Desde luego, aquella chica era una zorra de primera.
Tras el momento erótico, ella se volvió a poner la bata, se atusó el pelo y dijo:
– Veo que ya estás curado del todo, Luis. Puedes irte con toda la tranquilidad del mundo. Cuídate.