Mi enorme polla siempre había sido el instrumento perfecto para conquistar a las mujeres y dejarlas extasiadas por su forma y tamaño descomunal. Tener una polla tan grande era una ventaja a la hora de disfrutar del sexo rodeado de mujeres que se quedaban con la boca abierta en cuanto descubrían el enorme secreto que guardaba entre mis piernas. Todas me decían que nunca antes habían visto nada igual, y yo sonreía y me sentía tremendamente poderoso durante aquellos momentos. Sabía que con semejante pollón, ya teníamos la mitad del trabajo hecho. Después de eso, todo siempre venía rodado y conseguía rematar la faena de forma satisfactoria para ambos.
Desde luego, esta vez no iba a ser diferente. Nos conocimos de casualidad al ir a trabajar juntos en el mismo autobús. Tú, con tu falda provocativa, conseguiste atraer mi atención desde el minuto número uno. Me acerqué a ti y entablamos conversación enseguida. A los pocos minutos, ya te estaba invitando a tomar algo. Aquella noche, una cosa llevó a la otra, así que terminamos los dos en mi habitación y dispuestos a follar a saco el uno con el otro. Nos desnudamos, ayudándonos entre nosotros a quitarnos la ropa y mostrar así nuestros cuerpos al natural y sin ningún tipo de tapujo. Poco a poco, nos fuimos despojando de todo hasta que nos quedamos en ropa interior. Yo ya había empezado a empalmarme, y el bulto que asomaba sobre mis calzoncillos te llamó la atención. Tanto es así, que no podías apartar la mirada de mi polla empalmada. Sonriendo, me bajé los calzoncillos y dejé que contemplaras por ti misma el tremendo cipote que escondía bajo él.
Te quedaste con la boca abierta, literalmente. Incluso pensé que te asustaste en un principio, pensando que quizá te iba a reventar el coño con ese pedazo de pollón que tenía entre mis piernas. Sin embargo, la excitación que sentiste en aquel momento ganó a tus dudas, y continuamos metiéndonos mano y besándonos como dos animales en celo. Parecíamos dos salvajes que estaban deseando obtener placer el uno con el otro, y eso era precisamente lo que íbamos a hacer ahora mismo. Una vez nos quitamos la ropa interior y nos quedamos completamente desnudos, empecé a lamer tus tetas y a frotar mi polla contra tu coñito. Era una auténtica delicia sentir nuestros sexos en contacto y notar el calor que desprendían cada uno de ellos.
Ya no había marcha atrás, así que te puse a cuatro patas y te follé el coñito por detrás, como si fueses una auténtica perra en celo y yo el semental que te cubría por completo. Al principio fue algo difícil meterte todo mi rabo erecto, pero poco a poco fue entrando hasta llegar al final y clavártela hasta el fondo. Gemidos de placer salían de tu boca sin parar mientras yo me iba poniendo más y más cachondo. Mi polla estaba creciendo aún más dentro de ti, y aquello nos estaba poniendo a cien. Tu chochito lubricado permitía que te la endiñara hasta los huevos, cosa que a mí me volvía loco. Tanto es así, que a los pocos minutos ya me estaba corriendo, llenándote de lefa todo el coño. Entre gemidos y suspiros, rematamos la faena y alcanzamos el orgasmo, protagonizando así uno de los mejores polvos de toda mi vida.
Quien Me quiere dar. Una. Buena. Cojida. Mi. Culo quiere. Verga