Como cada mañana, Sonia se disponía coger el autobús 28 que le llevaba directa a su centro de trabajo. Era una mañana como otra cualquiera, pero Sonia tenía un calentón encima que necesitaba apaciguar de forma inmediata. Llevaba varios días sin practicar sexo, y eso se notaba en su carácter agrio y molesto. Necesitaba con urgencia un buen polvo que le devolviera la sonrisa al rostro, pero ahora mismo no tenía a nadie a quién pudiera pedirle el favor.
Sonia saludó al conductor del autobús, validó su ticket y se sentó en la última fila de asientos. Hoy había poca gente subida al bus, seguramente porque empezaba agosto y la mayoría de trabajadores estaba gozando de sus respectivas vacaciones. Qué mierda de vida, se dijo Sonia para sus adentros. Todo el mundo estaba en esos momentos en la playa, tomando el sol y follando sin parar, mientras ella tenía que seguir yendo a la oficina sin descanso alguno.
En la siguiente parada, un chico atractivo se subió al autobús y se sentó frente a Sonia con todo el descaro del mundo. Pese a que el bus estaba prácticamente vacío, aquel tío había decidido ponerse al lado de ella. No sabía cuál podía ser el motivo de semejante decisión, pero pudo comprenderlo todo en unos pocos segundos. Al momento, el chico empezó a tocarse la polla delante de Sonia, como si tal cosa. Ella estaba sorprendida, no podía entender el descaro que estaba teniendo, pero al mismo tiempo le excitaba ver aquel chico masturbarse y empalmarse delante de ella. El bulto de sus pantalones iba creciendo, y Sonia no quiso quedarse atrás. Así que se levantó levemente la falda y le mostró su coño en todo su esplendor. Aquel día era tan caluroso que Sonia había decidido no ponerse bragas. Por eso, fue capaz de enseñar todo su felpudo a aquel desconocido con total facilidad y sin nada de vergüenza.
Aquella señal elevó la temperatura de ambos hasta límites insospechados. El chico misterioso cambió de asiento y se sentó al lado de Sonia. Ella cogió bien fuerte su polla con ambas manos y empezó a pajearle sin mediar palabra alguna. Él hizo lo propio, y le metió la mano debajo de la falta hasta palpar su chocho húmedo de placer. Empezaron a masturbarse al ritmo del traqueteo del autobús. El hecho de tocarse frente al resto de personas que hacían uso del medio de transporte, hizo que tanto Sonia como nuestro protagonista se pusieran aún más cachondos. Tanto subió la adrenalina, que no tuvieron más remedio que ponerse de pie y empezar a follar agarrados a la barra de sujeción del autobús. Empezaron a llamar la atención de algunas personas, que por pudor o por vergüenza, agachaban la mirada o miraban para otro lado.
Ellos seguían a lo suyo, penetrándose de manera frontal y directa. Sonia le dio la espalda para que él pudiera follársela desde atrás. De esta forma, podía sentir mejor su polla dentro de ella, y conseguía que le entrara hasta el fondo de su coñito sediento de sexo. Pese a las paradas del bus, con la consecuente subida y bajada de personas, ellos no paraban en ningún momento de follar. El calentón era tan grande que ahora ya no había marcha atrás, y parar no era una opción. Ella se agarraba en la barra vertical del autobús, mientras él se agarraba bien fuerte a las tetas de ella.
De repente, el muchacho gritó de placer, y se corrió dentro del coño de Sonia. Ella notó la oleada de leche caliente dentro de su vagina, y estalló de placer experimentando un orgasmo de los que hacen época. Sus gemidos llamaron la atención de buena parte de la gente que se encontraba haciendo uso del autobús, pero ya nada importaba. Habían follado delante de toda aquella gente, y se lo habían pasado de puta madre. ¿Qué importaba lo que los demás pensaran de ellos? Los dos se habían desfogado, y habían hecho de un trayecto matutino, aburrido y monótono, una experiencia totalmente excitante.