Manuel quería sorprender a su chica con una buena sesión de sexo. Sus relaciones amorosas habían caído en la rutina durante los últimos meses, y apenas habían sacado un par de horas en el último mes para disfrutar de la compañía del otro. No quería que esto se convirtiera en algo habitual en su relación, así que decidió pasar a la acción. Hacía días que veía como su novia leía con una sed voraz toda la saga de libros de E. L. James, Cincuenta sombras de Grey. Los leía de camino al trabajo, en casa después de una larga jornada, e incluso antes de acostarse. Tan enganchada estaba a las aventuras sexuales de Christian Grey, que Manuel decidió documentarse al respecto y prepararle a su novia una noche de sexo sin igual.
Esa misma tarde, Manuel se acercó a un sex shop de su ciudad y compró diversos juguetes sexuales que pensaba utilizar esa misma noche. Esposas, antifaz, lubricante, bolas chinas y hasta un pequeño látigo para azotar su cuerpo desnudo fue lo que se llevó directamente a casa. Nada más llegar, su novia le esperaba en el sofá leyendo como de costumbre. Manuel la cogió en brazos y le dijo: “Tengo una sorpresa para ti. Te voy a follar de arriba abajo como nunca antes te habían follado”. Ella sonrió y no pudo disimilar su rostro de excitación que le inundó de la cabeza a los pies. Ya llevaban varios años viviendo juntos, y ambos conocían todas las reacciones y expresiones del otro. Sin duda, aquella sesión de sexo iba a ser inolvidable.
Manuel llegó con su novia en brazos hasta la cama, dónde la dejó tumbada boca arriba. En ese momento, empezó a desnudarla haciendo uso de su boca. Con ayuda de sus dientes, iba despojándola de todas sus prendas, hasta dejarla en bragas y sujetador. Desde luego, ella era lo que se suele decir un pibonazo. Tenía unas grandes tetas naturales que volvían loco a todo aquel que las mirara. Su culito era toda una delicia, y a Manuel le encantaba tocarlo y sobarlo bien con sus manos para sentirlo suyo. En aquel momento, ver a su novia en ropa interior le puso tremendamente cachondo, así que sacó de la bolsa todos los juguetes sexuales que había comprado hoy y empezó a abrirlos delante de la cara de sorpresa de ella.
Ambos estaban tan excitados que era difícil no darse cuenta de lo cachondos que estaban. Manuel ya se había desnudado y estaba empalmadísimo, dejando su pene erecto a la vista de ella, que pese a estar en sujetador, se le notaban los pezones duros a través del suave encaje. Manuel empezó a esposarla y amarrar bien fuerte sus muñecas en los barrotes del cabezal de la cama. Quería sentirse libre de hacerle todo lo que él quisiera, y ella estaba completamente mojada con la idea de que su novio le follara a su antojo. Tras atarla, le arrancó las bragas a mordiscos y le empezó a meter las bolas chinas en su vagina. Ella gemía de placer con cada nueva esfera que le introducía en su sexo, y jugaron a averiguar cuántas de éstas era capaz de soportar dentro de ella.
Tras las bolas chinas, Manuel empezó a golpear suavemente los pezones de ella con el látigo. Con esto, consiguió que a ambos se les pusiera la piel de gallina. Notaba el vello erizado de su novia y su mandíbula desencajada del placer que le estaba provocando todo este juego sexual. Se le veía en el rostro que tenía unas ganas tremendas de que Manuel le penetrara hasta el fondo. Él captó el deseo de su novia, y sin más dilación, empezó a empotrarla contra el cabezal de la cama. Ella no podía resistirse, pero aunque hubiera podido, no lo hubiera hecho. Estaba disfrutando como una perra con el hecho de no poder mover sus brazos y dejarse hacer. Siempre se había considerado una chica que se entregaba en la cama muchísimo más que sus parejas, y ahora por fin todo el esfuerzo le estaba siendo recompensado con el polvo de su vida.
Manuel siguió bombeando sin parar. Ambos estaban sudorosos y sus cuerpos se deslizaban entre sí con una facilidad increíble. Ella estaba completamente abierta de piernas, entregada a la pasión y el vicio más absoluto. De repente, ella empezó a encadenar una serie de orgasmos, uno detrás del otro. Manuel lo notó enseguida, así que no pudo aguantarse más y se corrió como nunca antes se había corrido. Inundó el coño de su novia con su leche caliente y notó como la inundaba de arriba abajo. Él siguió con su movimiento pélvico, porque notó que ella se encontraba en medio de un nuevo orgasmo, y no quería cortarle el rollo de golpe. Así, Manuel siguió penetrándola hasta que ambos quedaron extenuados y abrazados el uno al otro. Sin duda, acababan de echar el mejor polvo de su relación, y estaban deseando volver a la acción en cuanto se recuperaran de esta primera ronda.