Como cada nochebuena, Lucía tenía que asistir junto a sus padres a la misma cena familiar en casa de su tía Mari Carmen. Era un auténtico coñazo tener que aguantar los chistecitos, bromas y pesadeces varias de todos ellos, pero no le quedaba otra que contentar a sus padres aceptando a ir con una sonrisa. Le hubiera encantado tener una excusa para librarse de semejante sufrimiento, pero aquel día no trabajaba y su novio pasaba las fiestas con su propia familia, así que tendría que apechugar con la situación y desear que pasara lo más rápido posible. Al menos este año, había una novedad que tenía a toda la familia intrigada. Su tía se había echado novio y se lo iba a presentar a todos esa misma noche.
Nada más entrar por la puerta, Lucía empezó a soportar las regañinas de su propia tía: que si no me vienes a ver nunca, que si a ver si ayudas más a tu madre en casa, que sino salgas tanto con tus amigas y estudia más… Una pesadilla, vamos. Lucía cogió aire y pensó que en esta ocasión, el verdadero protagonista iba a ser el nuevo novio de su tía, que les esperaba a todos en el comedor con la mesa puesta.
-Este es Claudio, mi novio. Venga Claudio, dale un beso a mi sobrina Lucía, que es mi sobrina favorita. –dijo Mari Carmen con su tono de voz insufrible. Lucía se quedó sorprendida al ver al nuevo novio de su tía. Era un hombre alto y tremendamente atractivo, nada que ver con la idea que se había hecho de él en su mente. Desde luego, el tal Claudio estaba de muy buen ver, y Lucía no entendía que podía haber visto él en su tía Mari Carmen.
Claudio se acercó a Lucía para darle dos besos. Realmente, los besos se los dio demasiado cerca de la boca de Claudia, lo que sorprendió a la joven, pero le gustó al mismo tiempo. Un cosquilleo recorrió todo su cuerpo, y supo que Claudio también había disfrutado de ese primer acercamiento.
Empezaron a cenar aquella comida insulsa que Mari Carmen preparaba año tras año. La tía de Lucía no era muy buena cocinera, pero toda la familia insistía en alabar su trabajo en la cocina para tener contenta a la mujer. Pero lo que realmente sorprendió a nuestra joven protagonista es que Claudio no paraba de hacerle señales durante toda la cena. Lucía no daba crédito. Miraditas, sonrisas y hasta roces con el pie. Llegó un momento en el que Claudio se estaba literalmente rozando con el muslo de Lucía, lo que excitó tremendamente a la chica. Encima, el hecho de que estuvieran sus padres y la novia de él en la misma habitación, le daba un toque de morbo que no podía describir con palabras. Sin duda, ambos estaban disfrutando del hecho de ser cómplices en su intimidad.
Al acabar de comer, Claudio se ofreció para preparar el postre. Se levantó y pidió a Lucía que le ayudara con los platos. A Mari Carmen le pareció genial la idea, ya que así ambos aprovecharían para conocerse mejor e intimar un poco. Lo que no sabía es hasta qué punto estos dos iban a intimar de lo lindo.
Nada más atravesar la puerta, Claudio agarró a Lucía por la cintura y la besó en los labios. Ella estaba totalmente receptiva, y se puso tan cachonda que mojó un poco sus bragas ante este momento tan caliente. Los dos sabían que no tenían mucho tiempo para su juego erótico, así que Lucía se puso de espaldas a Claudio, se subió la falda, bajó sus bragas húmedas y se agachó sobre la encimera de la cocina, dejando vía libre a Claudio para que la penetrara sin piedad.
Claudio se bajó los pantalones y empezó a follarse a su nueva sobrina política con un ímpetu bestial. La agarró de sus suaves nalgas y empujaba su cuerpo contra el de ella a un ritmo constante. Lucía estaba completamente ida de placer, y al mismo tiempo que sentía el frío de la encimera en su cara, notaba el calor de la polla de Claudio en su coñito. Mientras, ambos oían la conversación anodina de la familia al otro lado de la puerta, y les encantaba estar follando a tan sólo unos metros de ellos.
De repente, Claudio avisó que se iba a correr. Sacó su polla dura del cuerpo de Lucía y se pajeó sobre su culo hasta llenarlo completamente de leche. Entonces Lucía empezó a masturbarse utilizando el semen de Claudio como lubricante. Estaba tan cachonda que sólo unos segundos bastaron para que ella también se corriera de placer.
Tras este momento, Lucía y Claudio se miraron a los ojos y se dijeron no decir ni una palabra a nadie de lo que acababa de suceder. Lucía se bajó la falda y se puso las bragas, y Claudio se subió los pantalones y se secó el sudor de la frente. Ambos improvisaron y cogieron algunos platos y el postre que tanto esfuerzo le había costado preparar a Mari Carmen.
La visita familiar terminó con absoluta normalidad. Tanto es así que, cuando llegó el momento de marcharse y despedirse, Mari Carmen le dijo a su sobrina:
– ¿Te lo has pasado bien, Lucía? Te he visto muy simpática y receptiva con todos nosotros. Sobre todo con Claudio. Me alegro mucho de que os hayáis llevado tan bien.
-Sí, Mari Carmen. Me lo he pasado muy bien. – dijo Lucía con una sonrisa pícara en su cara. – Te prometo que a partir de ahora, te voy a venir a ver muchísimo más.