azotes

Antes de que empecéis a leer, deciros que yo nunca he sido partidario de la violencia física ni de nada por el estilo. Quien me conoce sabe perfectamente que soy inofensivo y que no le haría daño ni a una mosca. Pero claro, cuando se entra en terreno sexual la cosa puede cambiar bastante.

Laura es mi chica. Llevamos juntos un bastantes años, desde que eramos adolescentes y vivíamos en el pueblo. Cuando acabamos la universidad decidimos ir a vivir juntos y la verdad es que nunca se ha apagado la pasión entre nosotros. Pero a veces hace falta una buena chispa para revivir momentos fogosos, ¿a qué sí? pues aunque suene absurdo y lleno de tópicos, lo que os voy a contar hoy aquí tiene que ver con el puñetero libro ese de las Sombras de Grey. Del libro y de su versión película, claro.

Laura se leyó la triología hace ya bastante tiempo, y hace unos meses se compró también el cuarto libro, ese que va de lo mismo pero desde el punto de vista de él. Es un libro flojo y bastante tonto, pero muchas mujeres se han excitado leyéndolo y oye, por algo será. Hace poco vimos que la película estaba en la plataforma de películas digitales que tenemos contratada, y decidimos verla juntos. Casi me duermo, pero había alguna idea interesante… recuerdo a Grey diciendo algo así como «si fueras mía, no podrías sentarte en una semana», me gustó la frase. La encontré divertida. Se lo dijo él a ella porque la chica iba borracha, y era una amenaza de castigo en toda regla. Y bueno, la frase me quedó en al memoria… La verdad es que a Laura parecía ponerle todo aquel tema. No paraba de hacer comentarios sobre los azotes y los castigos. No me atrevía  comprobar si estaba mojada, pero seguro que sí.

Y pasaron los días. Y una semana. Y dos.

Un sábado por la noche, salimos a cenar. Me habían aceptado un proyecto y quería celebrarlo con Laura. la recogí a las nueve en punto por casa y me la llevé a cenar. Como el día siguiente era domingo, decidimos aprovechar un poco y alargar la noche, yendo de bar en bar a tomar algunas copas como hacíamos cuando eramos más críos.

Se emborrachó y pensé, ¡esta es mi oportunidad! ¡Voy a ser Grey por una noche!

Llegamos a casa. Yo bien sereno y ya un poco emocionado, y ella bastante piripi. Cuando hizo el gesto de quitarse la ropa para ponerse el pijama empecé mi función.

  • Qué haces, Laura?
  • Ponerme el pijama
  • Ah no, señorita, ah no. ¿A ti te parece normal como te has portado hoy?

Obviamente no sabía qué coño estaba haciendo y siguió con lo suyo con la intención de ponerse el pijama. Allí pegué un salto hacia su lado y puse cara de enfadado convincente

  • ¿Te parece bonito haber bebido tanto?
  • Cariño, ¿Qué haces?

Me senté en la cama, la recosté sobre mis rodillas y le levanté la falda mientras le dejaba caer los primeros azotes

  • ¿No querías Grey? ¡pues toma Grey! ¡Que estoy harto de que siempre hagas lo que te dé la gana sin contar conmigo, yo también quería emborracharme!
  • Pues…aiii… pero tío suéltame…
  • Ni ay ni uy! Si hubiera bebido como tú, ¿quién hubiera llevado el coche?

No sé si por el alcohol o por el cansancio pero Laura se quedó en silencio. Me asusté un poco por si me estaba pasando, pero al bajarle las bragas y ver como su coño estaba más mojado que una fuente, decidí seguir

  • ¡Que sea la última vez, Laura! No puedes emborracharte así, que ya tienes una edad  y luego mañana no habrá quien te aguante! De momento ya te advierto que no vas a poder sentarte en toda una semana. Cuando acabe contigo en tu culo se podrán freír hamburguesas!

Los gemidos que soltaba ella ya no eran de dolor total, sino que iban combinados con placer. Dude en si hacerlo más duro y sacarme el cinturón, pero preferí seguir con la mano, que es mucho más sensual.

La verdad es que le di una zurra de campeonato, pobrecita. Le quedó el culo todo rojo. Y por la mañana aún había marcas, pero al muy zorri lo primero que me dijo por la mañana es “¿salimos esta noche a tomar algo?»

Me reí porque me hizo gracia su provocación, pero aproveché para darle un palmetazo en toda la nalga desnuda. Su grito ahogado me hizo comprender que, pese a la excitación, le dolía bastante. Fui al baño  buscar cremita y me dispuse a repartirla bien por su culito rosado. Que morbo daba. Creo que a partir de ahora buscaré más excusas para castigarla como se merece…

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