Llevabas toda la tarde provocándome y lanzándome indirectas para que termináramos acostándonos juntos. Era obvio que tú sentías una enorme atracción hacia mí, lo cual era genial porque yo también sentía lo mismo hacia ti. Me encantaban tus tetas pequeñas pero bien formadas, tus rasgos asiáticos, tu cuerpo sensual y tus gestos viciosos que estaban excitándome a más no poder. Estabas logrando ponerme bien cachondo, y sabías el efecto que causabas en mí desde el minuto número uno. Por eso no me hice nada de rogar en cuanto te acercaste directamente a mí para proponerme que pasáramos una noche de sexo y pasión juntos. Acepté desde el primer momento y me susurraste al oído que te siguiera hasta tu habitación.
Llegamos bastante rápido. Teniendo en cuenta el calentón que llevábamos encima los dos, era normal que nos diéramos tanta prisa para empezar a follar cuanto antes. Me moría de ganas por ver y disfrutar en primera persona de tus artes amatorias orientales. Tenías fama de ser una viciosa de mucho cuidado, capaz de hacer perder la razón a un hombre con solo mostrar tu cuerpo desnudo, así que quería comprobar por mí mismo si todo aquello era cierto- Tú, tan lanzada como siempre, empezaste a desnudarme rápidamente mientras yo acariciaba cada zona de tu cuerpo. Prestaba especial atención a tus tetas, que eran una maravilla para todo buen amante del cuerpo femenino. Tus pezones rosados parecían llamarme y reclamar mi boca en todo momento, así que hundí mi cara entre tus tetas y te las lamí enteritas de arriba abajo.
Ahora que ya estábamos los dos completamente desnudos, me lanzaste sobre la cama y te colocaste sobre mí. Abriste tus piernas y dejaste que te penetrara con unas ganas locas. Todo tu cuerpo menudo y sensual estaba listo para la acción sexual más trepidante y loca. Yo movía mi cintura desde abajo para follarte bien duro y meterte la polla hasta el fondo de tu coñito sediento de placer. Yo puse mis manos en tu cintura para poder coger más impulso y penetrarte con más fuerza y pasión. Además, con aquel simple gesto era capaz de marcar nuestro ritmo, consiguiendo una harmonía que nos estaba proporcionando placer sin límites. Tu chochito estrecho se cerraba en torno a mi polla tiesa y dura, haciendo de aquel encuentro uno de los mejores polvos de toda mi vida.
Entonces te tumbaste sobre mí y nos besamos apasionadamente en la boca. Nuestras lenguas se retorcían la una con la otra demostrando así una pasión incontrolable. Estábamos tan calientes que el sudor de nuestros cuerpos lograba que nos fundiéramos en uno solo. Estábamos a punto de alcanzar el clímax más absoluto, y a los pocos segundos los dos explotamos en una oleada de placer sin límites. Mientras yo me corría de forma explosiva y descomunal, tú gemías de placer como si fueras una perra en celo. Nos revolcábamos con más violencia que nunca, haciendo de cada penetración una sensación de placer extremo. Abrazados como estábamos, permanecimos varios minutos en esa misma postura, compartiendo nuestro calor y sintiendo el cuerpo desnudo del otro junto al nuestro.