Empecé a tocarle las tetas a mi profesora a través de su camiseta. Se le transparentaba el sujetador de color negro y también se le marcaban los pezones a través de la tela. Estaba claro que ella estaba disfrutando de aquel momento tanto como yo, así que la acción sólo podía ir a más. La agarré por la cintura y acaricié su culito con ambas manos. Aquel culo que tanto había deseado durante tantas y tantas clases, mientras lo veía enfundado en una falda ajustadísima, por fin podía disfrutarlo para mí solo.
-Jorge, fóllame. Fóllame y dejemos de pensar en las consecuencias que esto que estamos haciendo nos podría traer.
– Me pones a cien, Maribel. Te voy a hacer sentir como una verdadera Diosa. Quiero que tu cuerpo se estremezca de placer junto a mí. Olvidémonos de todo y de todos, y dediquémonos a disfrutar del momento. –dije a la vez que desabrochaba poco a poco los botones de sus shorts. Una vez estuvieron abiertos del todo, sentí el calor de su sexo con mis propias manos. Su piel ardía de deseo, y yo tenía que calmar su sed a toda costa.
Nos tumbamos en el sofá y empecé a frotar mi polla contra su vagina. Pese a no estar aún desnudos del todo, podíamos sentir la energía que fluía a través de nuestros cuerpos. Yo empecé a desnudarle y ella me desnudaba a mí. Fue un trabajo difícil, ya que estábamos tan ansiosos que nos chocábamos continuamente. Pero finalmente, nos quedamos en ropa interior. Mi polla latía con fuerza bajo mis calzoncillos, y ella dio el primer paso acercando su mano a mi entrepierna y acariciándola con sus dedos. Estimuló mi frenillo sin ningún tipo de dificultad, ya que estaba totalmente lubricado en aquel momento. Tanto le gustó, que agachó su cabeza y empezó a comerme la polla con un hambre voraz.
Yo me derretía con cada lametazo que le pegaba a mi polla dura. No me pude resistir, y me tumbé sobre el sofá de manera que formáramos un 69. Nunca había practicado aquella postura sexual, pero siempre había tenido muchas ganas de hacerlo. Busqué con mi boca su coñito húmedo y empecé a lamerlo de arriba abajo. Era delicioso sentir su sabor en mi boca, jugar con sus labios vaginales, estimular su clítoris y penetrarla ligeramente con la punta de mi lengua. Ambos estábamos entregados al mismo tiempo al sexo oral, y desde luego que aquello era una auténtica maravilla.
De repente, Maribel sacó un preservativo y me lo puso ella misma. Cada vez que bajaba el condón y frotaba mi polla con sus manos, yo me volvía loco. Sabía lo que significaba aquél gesto: ella quería que la penetrara ahí mismo. No me lo pensé dos veces, así que puse sobre ella e introduje mi rabo en su coñito caliente. Como le había estado pegando un buen repaso a su vagina, estaba húmeda y lubricada a más no poder. Por eso mismo, mi polla entró de manera suave y directa hasta el fondo. Notaba el calor del cuerpo de mi profesora, y me sentía como si estuviera metiéndome en una cueva cálida y acogedora.
Pocos minutos bastaron para que Maribel disfrutara del orgasmo. Se retorcía de placer mientras yo seguía petándole el coño a más no poder. Me hacía saber que quería que le siguiera follando más y más rápido. Tanta velocidad cogí, que llegó el momento en el que corrí de gusto. Os garantizo que nunca en mi vida me había corrido tanto, ni haciéndome pajas ni follando con cualquier otra chica. Sin duda, con Maribel todo había sido mucho más intenso, mucho más placentero.
Nos tumbamos uno al lado del otro, reposando y recobrando el aire. Pensé que quizá justo ahora, ella me reprocharía lo que acabábamos de hacer, y me echaría al momento de su casa. Sin embargo, Maribel me besó en la boca, acarició mi pelo y me dijo:
-Puedes volver a estudiar a mi casa cuando tú quieras, Jorge. Cuando tú quieras.