Quién me iba a decir a mí que aquel encuentro inocente con aquella compañera de clase iba a acabar derivando en un encuentro sexual entre nosotras dos de lo más fogoso y pasional. Nunca antes me había enrollado con una chica, y para mí aquella experiencia lésbica se protagonicé aquel día se iba a convertir en la primera de muchas más. El caso es que nunca antes me había sentido atraída sexualmente hacia otras mujeres, pero en aquella ocasión algo cambió dentro de mí que me hizo ver la luz y descubrir mi verdadera realidad. Y ahora, para que todos vosotros también seáis testigos de ello, os lo voy a relatar con todo lujo de detalle, viciosillos.
Resulta que aquel semestre me estaba yendo algo mal en matemáticas, y una compañera de mi clase se ofreció a echarme una mano para darme clases de refuerzo fuera del horario escolar. Yo acepté encantada, pues me venía muy bien aquella ayuda extra. Sin embargo, poco podía sospechar que aquel ofrecimiento escondía detrás otro tipo de intenciones. Nada más acudir a su casa, ella ya me abrió la puerta ligerita de ropa. Llevaba puesta una camiseta bien ceñida al cuerpo, de modo que era imposible apartar la mirada de sus pezones que se marcaban a través de la ropa. Su cinturita de avispa quedaba definida por unos shorts cortos que dejaban muy poco a la imaginación. El caso es que se notaba que ella iba preparada para la acción, y fue entonces cuando me di cuenta del verdadero motivo de su interés en mí.
Nos sentamos en el sofá de su casa mientras empezaba a explicarme diferentes problemas de resolución de ecuaciones. Poco a poco, ella se iba acercando cada vez más a mí, hasta que sus palabras estaban rozando mi oído y mi piel se empezó a erizar al notar su aliento tan cerca de mí. No pude reprimirme, y finalmente fui yo la que se lanzó a la piscina. Me giré hacia ella, la miré a los ojos y la besé intensamente durante unos minutos que parecieron eternos. Ella se mostró totalmente receptiva, tanto que apartó los libros de un manotazo y se tumbó sobre mí mientras acariciaba con sus manos todo mi cuerpo de arriba abajo.
Nos quedamos desnudas en apenas cinco segundos, y nuestros dedos juguetearon con el coñito de la otra, penetrando y estimulándolo sin prisa pero sin pausa. Tanta pasión estábamos sintiendo en aquel momento que no tuve más remedio que abrirme de piernas y dejar a aquella chica que me hiciera la tijera a su antojo. Era una maravilla sentir todo su coño abierto, frotándose junto al mío y estimulándonos al unísono. Gemidos y suspiros surgían de mi boca sin parar, y con la ayuda de sus dedos conseguí alcanzar un orgasmo como nunca antes había experimentado con cualquier otro chico.
Para agradecerle el trabajo manual que me dedicó, decidí comerle el coño con todas mis ganas. Mi lengua trabajaba al 200% para hacerle disfrutar al completo de aquella sesión de sexo oral. Tanto es así que cuando ella se corrió, incluso eyaculó sobre mi boca, practicando así un squirting la mar de excitante para ambas. Desde luego, si aquel había sido nuestro primer polvo juntas, no me quería ni imaginar la de posturas sexuales que íbamos a poner en práctica de ahora en adelante.