Si había una postura sexual en este mundo que conseguía volverme loca y ponerme a cien de forma inmediata, esa era la postura del perrito. Me encantaba ponerme a cuatro patas, agacharme y dejar que follaran mi dulce coñito por detrás. Era una sensación maravillosa la que sentía cuando me penetraban duro de este modo, recibiendo embestidas y haciendo que mi culito vibrara con ellas como si estuviera hecho de gelatina. Tú también sabías que aquella postura sexual era mi perdición, y aquella noche estabas dispuesto a follarme de ese modo para hacerme feliz por completo
Te esperé en casa con un picardías puesto. Realzaba toda mi figura femenina y sabía que nada más verme te pondrías burrísimo y conseguiría llamar tu atención de manera inmediata. Y así fue. Cuando abriste la puerta del dormitorio y me viste de aquella guisa, una sonrisa se te dibujó en el rostro y empezaste a desnudarte de manera inmediata. No hizo falta decir nada porque nuestras acciones ya hablaban por nosotros mismos. Te ayudé a quitarte la ropa, arrancándote literalmente los pantalones y los calzoncillos hasta dejarte completamente desnudo. La pasión nos embriagaba por completo, y nos era tremendamente difícil enmascarar nuestro deseo. Estábamos totalmente listos para protagonizar una escena de sexo explícito y vibrar de placer el uno con el otro.
Ahora que ya estabas desnudo por completo, empezaste a desabrocharme el corsé de mi picardías con tus habilidosos dedos. Sabía que te encantaba verme con lencería femenina, pero más te gustaba quitármela y disfrutar de mi cuerpo al natural. Tenías ya práctica en desnudarme, así que no te costó mucho quitarme el picardías y dejarme completamente desnuda. Ahora sí que estábamos listos para la acción. Directamente me puse a cuatro patas y te puse el culo en pompa. Quería facilitarte el trabajo para que me follaras por detrás y me clavaras tu polla en mi coñito sediento de sexo. Tan cachonda estaba que tenía mi vagina lubricada al máximo, lista para ser penetrada salvajemente.
Tú cumpliste como un campeón, tal y como me tenías acostumbrada. Estuviste a la altura al follarme con una potencia sobrehumana, convirtiéndose éste en uno de los mejores polvos que hubiéramos echado juntos en toda nuestra vida. Quizá era porque llevábamos varios días sin haber podido acostarnos juntos, o porque estábamos más predispuestos que nunca en gozar del sexo. Sea como sea, nos preparamos para disfrutar al máximo el uno del otro.
Seguiste bombeándome por detrás sin ofrecerme ningún descanso ni tregua. Me encantaba sentir tu polla dentro de mi cuerpo, y estaba segura de que a ti te volvía loco metérmela en mi coñito caliente y húmedo. Nuestras respiraciones se entrecortaban de tanto esfuerzo que estábamos realizando, y los gemidos surgían de nuestros labios sin apenas proponérnoslo. Yo experimenté uno de los mejores orgasmos de mi vida, y mi cuerpo se estremeció de placer mientras tú seguías clavándomela hasta el fondo. A los pocos minutos tú también sucumbiste al placer máximo, y de forma explosiva te corriste dentro de mi chochito caliente. Permaneciste un buen rato así, con tu polla dentro de mí y llenándome de toda tu leche. No queríamos despegarnos el uno del otro, y queríamos que aquel momento durara para siempre.