Estábamos tremendamente excitados el uno frente al otro, así que no tuvimos más remedio que desnudarnos para así dar rienda suelta a nuestros instintos más salvajes. Nos quitamos la ropa mutuamente con unas ganas locas, preparados para protagonizar el mejor polvo de nuestras vidas. Os puedo asegurar que lo fue de veras. Quizá no fue un revolcón al uso con penetración, pero el caso es que ambos éramos tremendamente hábiles con nuestras bocas y lenguas, y las pusimos a trabajar para hacer de aquel momento algo tremendamente excitante. Desde luego, el sexo oral iba a ser el protagonista de todo el encuentro sexual, así que nos colocamos en posición de hacer un 69 y empezamos la fiesta al momento.
Yo me tumbé un poco inclinada en aquel viejo sofá de casa. Tenía la cabeza un poco más abajo que el resto de mi cuerpo. Quería facilitarte el trabajo para que me follaras la boca mientras tú me lamías mi dulce y suave coño. De este modo ambos estaríamos perfectamente cómodos y accesibles el uno para el otro.
Humedecimos nuestras bocas, preparándonos ante lo que nos venía a continuación. Acercaste tu polla dura y erecta hasta mi boca, así que no tuve más remedio que metérmela en la boca y empezar a chupártela con un ansia total. Tú, por tu parte, te abriste paso entre mis piernas hasta alcanzar con la punta de tu lengua mi vagina abierta para ti. Sin pensártelo dos veces empezaste a comerme el coño con un hambre voraz. Sabías jugar con cada recoveco de mi vagina para excitarlo adecuadamente y hacerme vibrar de placer. Yo me retorcía del gusto que me producías con cada lengüetazo que me dabas ahí abajo, pero no por ello me desconcentraba, y seguí mamándote la polla con la boca abierta del todo.
Estábamos tan calientes que empezamos a sudar casi desde el primer momento. Nuestros cuerpos resbalaban al entrar en contacto entre sí, haciendo que aún le pusiéramos más empeño al asunto. Además aquello facilitaba que nuestros sexos se deslizaran en la boca del otro. Me metías la polla hasta el fondo de mi garganta, pero por tu parte tampoco te quedabas corto. Notaba como tu lengua me penetraba y recorría todos y cada uno de los recovecos de mi vagina. Sabías perfectamente dónde lamer para provocarme un placer intenso y prolongado. Tanto es así que en aquella misma postura alcancé el primero de mis orgasmos. Fue una auténtica delicia seguir notando tu lengua ahí abajo, mientras mi vagina se cerraba de placer y todo mi cuerpo vibraba de gusto.
Quería que tú también experimentaras lo mismo que yo, por lo que seguí chupándote la polla con unas ganas locas. Me avisaste que estabas a punto de correrte, y entonces aceleré el ritmo para provocarte aún más placer. De repente explotaste en toda mi cara, eyaculando dentro de mi boca y llenándome de leche caliente. Yo seguía lamiéndote todo el capullo, tal y como sabía que te gustaba. De este modo prolongaba tu placer hasta límites insospechados.
Cuando te dije que podía volver a correrme de nuevo, no te lo pensaste dos veces y seguiste comiéndome el coño con las mismas ganas que al principio. Era una delicia saber que pese a que tú ya habías terminado, querías darme todo el placer posible. Por eso pusiste más empeño aún en chuparme el clítoris con tus labios y la punta de tu lengua. Sorbías hacia adentro con unas ganas locas, hasta que ya no pude más y volví a sentir un orgasmo vaginal gracias a ti. Como dije, fue un polvo alucinante del que aún guardo muy buenos recuerdos y me pongo cachonda al acordarme de él.